Todos somos indígenas en esta familia humana pero lo hemos olvidado.
Por siglos, las voces de las culturas orales han sido ignoradas mientras que nuestro mundo continúa en un camino de auto destrucción. Para cambiar este rumbo debemos recuperar el potencial de nuestra verdadera humanidad necesitamos una nueva visión, y oir a los que han mantenido viva la memoria de nestras conexiones ancestrales.
Muchos autores, entre ellos Walter Ong, han teorizado sobre la superioridad de lo escrito sobre lo oral. Aunque esto es real en cuanto al acopio de la información calculable y reductible a la escritura, deja fuera la realidad invisible del cosmos que no ha sido incluida en estos parámetros y que hoy la ciencia reconoce como el 99% del universo.
Mucho antes de la invención de la escritura, la humanidad moderna, es decir, los seres humanos cuyo cerebro era igual al nuestro, descansó en la transmisión oral del conocimiento. las lenguas y tradiciones orales eran el repositorio de la sabiduría colectiva y el conocimiento ritual que permitía el acceso a la información no cuantificable. En las cultura orales la información adquirida y mantenida por estas prácticas incluía niveles de sutileza y complejidad relacionadas con la interconectividad de las culturas indígenas con su entorno, inmediato y cósmico, así como información concreta equivalente que constituyó las bases de la historia escrita y la ciencia.
Lo oral contiene la memoria de lo potencial y, por consiguiente, es un repositorio infinitamente más amplio y complejo que el escrito. Las culturas orales han sobrevivido al honrar el intercambio reciproco que alimenta el proceso creativo del cosmos, una visión equivalente a lo que hoy llamamos el entrelazamiento cuántico. Tomar conciencia de nuestra participación en el intercambio beneficia a la fuerza vital, la energía universal que sostiene la diversidad cultural y biológica de la que depende la vida, y nos hace responsables de la interacción.
Consideramos que los pueblos originarios que han mantenido una continuidad cultural entre el presente y el pasado que va hasta 120.000 años atrás, como la cultura San de SudAfrica, y lacultura aborigen de Australia contienen un conocimiento crucial para la supervivencia de la humanidad futura en nuestro planeta.
Influenciados por el entendimiento del intercambio recíproco, aprendido de las culturas indígenas, hemos modelado la estructura de Oysi como una red de auto organización, un sistema de conocimiento que aprende de sí mismo. Nuestra intención es seguir los patrones fractales de las culturas orales que, del mismo modo, reflejan el quórum de capacidades sensibles de las células vivientes. En este modelo, un loop (bucle) de retroalimentación positiva informa continuamente al todo creando nuevos significados. Pensamos que solo un cambio en nuestra cosmovisión puede reorientar a la cultura humana hacia las sustentabilidad. La pregunta es: ¿cómo podemos aprender de los valores democráticos de las culturas orales, su sabiduría y manera de relacionarse entre sí y con el mundo? Este proceso de aprendizaje podría generar una transformación mundial de conciencia.
– Cecilia Vicuña y James O’Hern